Imaginen esto: estás en una caminata llamada el Mammutmarsch, 100 kilómetros por delante, ¿suena fácil? ¡Para nada! Al principio, todo va bien, la brisa fresca, el paisaje increíble, sientes esa chispa inicial, esa energía. Pero, a medida que avanzas, algo cambia. El terreno se vuelve más difícil, el cansancio aparece, y de repente, ¡tu mente empieza a sabotearte! ¿Les suena familiar?
A veces, nuestras metas en la vida se sienten así. Empezamos con entusiasmo, pero luego, llegan esos momentos donde todo parece demasiado pesado. ¡Aquí es donde te das cuenta de algo importante! No se trata de lo que te está frenando, sino de lo que te va a impulsar hacia adelante. Cuando estás caminando y te duelen los pies, y sientes que no puedes dar un paso más, tu mente te dice “detente”. Pero entonces, ves a alguien más que sigue avanzando, y piensas: “Si ellos pueden, ¡yo también puedo!”
¡Esto es clave! Porque lo que te mantiene en movimiento no es el cansancio, sino tu propósito. Cuando sientes que no puedes más, cuando estás a punto de rendirte, es justo en ese punto donde te haces más fuerte. Y al final, cuando llegas a la meta, ¡esa sensación de haberlo logrado es increíble!
A veces en la vida, las cosas se sienten interminables, pesadas, como si no hubiera salida. Pero, ¿qué pasa si decides dar solo un paso más? No pienses en los 100 km, piensa en el siguiente paso, ¡solo uno! Y cuando menos te des cuenta, estarás cruzando la línea de meta, mirando atrás y diciendo: «¡Lo hice! ¡Lo logré!»
¡Tú tienes esa fuerza dentro! ¡Da el próximo paso y sorpréndete de lo que puedes hacer!